Partiendo de un encargo del Pompidou, Rodrigues recupera material de grabaciones que ha hecho a lo largo de los años, tanto en torno a sus películas como de carácter personal. La pieza es un ejercicio de desnudez que se abre con su propio busto desvestido encuadrado sin cabeza ni piernas, como un David de Michelangelo erosionado y partido por el paso del tiempo. La cinta habla precisamente de eso, de confrontarse al devenir de la vida y de la capacidad del arte como vehículo de trascendencia.
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